Una persona terca, o tozuda, como se
dice en mi tierra es aquella a la que es muy difícil hacer ver las cosas de una
forma distinta a como ella las piensa. Una persona constante es aquella que, de
una forma metódica y, generalmente, programada, hace lo que tiene pensado o
cree que debe hacer (y que me disculpe la RAE por definiciones tan simplonas)
La diferencia es evidente pero, en
demasiadas ocasiones, los dos conceptos se unen para librar batallas con consecuencias
económicas fatales, hablando en el entorno de un futuro emprendedor, o de una
empresa consolidada.
Pondré un ejemplo. Imaginemos a un
emprendedor
Después de devanarse los sesos
durante días y en un momento de lucidez, al Sr X se le ha ocurrido una idea para su negocio.
La ha ido madurando y ve muchas posibilidades de éxito si la lleva adelante.
Está absolutamente convencido (de
forma virtual) de su viabilidad y se decide a iniciar los trámites para ponerla
en marcha.
Con algunas dificultades, consigue
la financiación necesaria, crea una microempresa y fabrica “el producto” que en
su opinión es excepcional, diferente, con un gran valor añadido y comienza a
realizar los primeros test de ventas. Los primeros resultados no son claros. Es
difícil convencer al comprador. Dicen que es caro. A algunos les gusta mucho y
a otros no les gusta, etc.
El
Sr. X tiene muy claras las posibilidades de su producto y unas malas experiencias
no van a minar su convicción. Insiste. Invierte dentro de sus posibilidades en
marketing y publicidad para darlo a conocer. Piensa que lo necesario es captar
como cliente a una gran empresa y esa lo dará a conocer. Da a probar el
producto, etc.
El tiempo va pasando y los
resultados no son los deseados, pero el Sr. X sigue convencido de que el
producto es perfecto y hay que perseverar.
El problema surge cuando las
entidades financieras no comparten esa idea.
¿Qué le está pasando al Sr. X? ¿Por
qué su producto no funciona?
Puede haber muchas razones, pero
seguramente la primera es que no esta recogiendo el feedback de sus clientes,
no esta captando el mensaje de que el mercado no quiere o no tiene necesidad de
su producto por las razones que sean, aunque sea excepcional.
Es muy difícil, cuando has parido
algo que consideras muy bueno y has puesto todo tu empeño en sacarlo adelante,
reconocer a tiempo que los mercados no aceptan casi nunca lo que uno quiere. Quizás
el resultado hubiera sido otro si el Sr. X hubiese intentado adaptar su
producto a lo que el mercado demanda o, al menos, acercarse a ello.
Creo que es básico para cualquier
emprendedor o empresario, tener la mente abierta y la flexibilidad necesaria
para adaptarse a los cambios que nuestros clientes piden, aunque eso implique
modificar lo que consideramos inamovible.
Nadar contra corriente no suele dar
buenos resultados
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