domingo, 16 de agosto de 2015

SOBRE COMPRENDER EL ETIQUETADO (Y II)


El etiquetado en los alimentos envasados, es una herramienta muy potente que permite  facilitar a cada consumidor, información obligatoria y facultativa sobre dicho alimento. 
Legalmente no existe límite de cantidad en el etiquetado facultativo. Se puede contar lo que se desee siempre que la información sea veraz y no induzca a error o confusión a quien lo lea.
El reglamento (UE) del Parlamento Europeo 1169/2011, vigente desde el 13 de diciembre de 2014   es la norma que lo regula. Como todas, es compleja, farragosa y, lo que es peor, sujeta a interpretaciones. Pero, sin entrar en detalle, además de establecer la obligatoriedad de indicar información concreta, intenta poner orden en el uso del envase como herramienta de marketing promocional contando medias verdades o mentiras absolutas que, de forma mas o menos sutil, hacía que algunos de los mensajes que se podían leer nos llevasen a pensar que estábamos comprando el elixir de la eterna juventud.
Por desgracia, la confusión sigue siendo muy grande. El exceso de información es tan malo como su ausencia. Y si esa información resulta incomprensible para la mayoría de la gente es peor todavía.
Sirva como ejemplo la información nutricional, que será obligatoria en el etiquetado a partir de diciembre de 2015, pero que muchas industrias ya la están indicando en las etiquetas de sus envases.  Me gustaría conocer  el dato estadístico, si es que existe, de cuantas personas son capaces de interpretar correctamente los valores que se indican, más allá de la valoración subjetiva  de las kilocalorías, que tanto nos preocupan ahora. 



Otro ejemplo podría ser algo tan conocido como poco comprendido como es la interpretación de la acidez del aceite de oliva. Todos hemos visto y vemos todavía envases en los que, además de las tres categorías conocidas de Virgen Extra, Virgen, o solamente Aceite de oliva, aparece la acidez del mismo que, se expresa en grados (habitualmente 0,4º o 1º) y que ahora se ha cambiado por las expresiones de “suave” o “intenso”. Muchas personas piensan que la acidez es un atributo de calidad del propio aceite y que se refleja en el sabor, sin embargo  no es así. Una acidez muy baja (0,1 o 0,2) indica que las aceitunas estaban en perfectas condiciones antes de molturarlas y un acidez alta (> 1º) indica lo contrario.
Pues bien, con la normativa vigente, para poder indicar la acidez del aceite en el envase, hay que indicar además de ese valor, los Peróxidos,  el Contenido en ceras y tres valores más. Todo ello en el mismo campo visual.
Me cuesta entender que eso sea información de utilidad para el consumidor.
Por otro lado, y me parece muy grave, se ha creado un aura de temor entorno a muchos alimentos que acaba transmitiendo y calando una sensación de culpabilidad similar a la comisión de un delito al consumirlos. Los consumidores, que no tenemos por que ser expertos en temas alimentarios, ni nutricionistas  ni saber lo que indican los peróxidos en el aceite, confiamos en que cualquier alimento que se encuentra en el mercado es apto para el consumo humano por que las autoridades sanitarias lo avalan y lanzar mensajes subliminales o claramente destructores sobre la no conveniencia de tomar algunos de esos alimentos es  tan hipócrita como mantener la legalidad del tabaco y a la vez indicar que su consumo mata.
Por si esta ceremonia de confusión es poca, para hacer que nuestra escasa doctrina en temas científicos no nos haga vivir en la ignorancia, En Reino Unido parieron, implantaron e intentaron trasladar a la Unión Europea, hace unos años un sistema de identificación para los alimentos de mayor o menor salubridad, sencillo como el mecanismo de un chupete.
El semáforo.
No es un chiste, no.
Consiste en clasificar a los alimentos en buenos (color verde, come cuanto y cuando quieras), regulares (color amarillo, puedes comer de vez en cuando) y malos (color rojo, mejor que no los pruebes), de forma que se pueden ver en las etiquetas los colores que indican, desde la valoración de cada elemento de la tabla nutricional hasta la valoración global. El asunto es polémico cuanto cabe por que, según la industria alimentaria inglesa, con este sistema resulta que una Coca Cola Zero es más saludable que un zumo de naranja.

Uno en su ignorancia sigue sin comprender por que un alimento al meterlo en un envase ha de cumplir toda la retahíla de normas, que en su mayoría no discuto y sin embargo, si ese mismo alimento se dispensa en un establecimiento, sin envasar, no hace falta

Como decía al terminar el capítulo anterior, quizás con algo más de sentido común……   

jueves, 13 de agosto de 2015

SOBRE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA Y EL ETIQUETADO (I)


Estamos viviendo una, ya demasiado larga y convulsa etapa que afectan a los alimentos, sobre todo a su seguridad. 
Desde finales del siglo pasado hasta hoy, parece que la necesidad vital de comer, se este convirtiendo en deporte de riesgo. Y no pretendo banalizar, por que el tema es serio.
Es evidente que la velocidad a la que viaja la información hoy en día, nos permite enterarnos de hechos que,  antes no  llegaban a nuestro conocimiento, o si llegaban no eran noticias significativas, salvo casos excepcionales por su gravedad. 
La EEB (encefalopatía espongiforme bovina) o mas conocida como mal de las vacas locas fue,  a partir de 1996 en que se detectó, el punto de inflexión para que las autoridades sanitarias de los distintos países empezasen a revisar el concepto de seguridad alimentaria, empezando a surgir nuevos organismos y una fiebre legislativa que garantizase la salubridad de los alimentos en el mercado. Legislación que, sin excepción, todos los eslabones que forman parte de la cadena alimentaria han de aplicar. Legislación, que se armoniza para que todos los miembros de la Unión Europea la cumplan pero que, en muchos casos tiene, poco que ver con la vigente en otros países. Y en un mundo global como este, los alimentos viajan con la misma velocidad que la información de una parte a otra del planeta. También hacia Europa. Y se supone que todos los alimentos que entran en Europa, procedentes de terceros países cumplen los requisitos sanitarios necesarios, pero me da la impresión de que eso tiene mucho de acto de fe. 
En cualquier caso, no hay que olvidar que la mayor parte de estos escándalos o hechos luctuosos, tienen su origen en el fraude. Son delitos o negligencias y quienes los cometen, saben que lo están haciendo. Como en todos los aspectos de la vida, no se puede demonizar a un sector por la mala praxis o el afán de lucro de unos pocos.
Ahora, se puede constatar, desde hace años, que la preocupación por la seguridad alimentaria ha calado en los actores de la cadena alimentaria y se ha convertido en filosofía de empresa, desde el sector primario al sector comercial.
Desde la manida Bruselas se intenta, con mejor o peor suerte, establecer mecanismos de protección al consumidor. Y uno de los mecanismos mas potentes es el etiquetado de los alimentos, en consecuencia se dictan normas que, todos los que estamos en algún eslabón de la cadena alimentaria, debemos cumplir, pero que no siempre surten el efecto deseado.
Modestamente, creo que, si no existe, en todas las comisiones que se crean para modificar o parir nuevas normativas de lo que sea, debería ser de obligado cumplimiento la presencia, con voz y voto, de un especialista en Sentido Común. No tendría que ser  docto en la materia que se tratase, solo tener sentido común a raudales.

En el siguiente capítulo me comprenderán mejor, espero

domingo, 2 de agosto de 2015

TERQUEDAD VERSUS FLEXIBILIDAD



Una persona terca, o tozuda, como se dice en mi tierra es aquella a la que es muy difícil hacer ver las cosas de una forma distinta a como ella las piensa. Una persona constante es aquella que, de una forma metódica y, generalmente, programada, hace lo que tiene pensado o cree que debe hacer (y que me disculpe la RAE por definiciones tan simplonas)
La diferencia es evidente pero, en demasiadas ocasiones, los dos conceptos se unen para librar batallas con consecuencias económicas fatales, hablando en el entorno de un futuro emprendedor, o de una empresa consolidada.
Pondré un ejemplo. Imaginemos a un emprendedor
Después de devanarse los sesos durante días y en un momento de lucidez, al Sr X  se le ha ocurrido una idea para su negocio. La ha ido madurando y ve muchas posibilidades de éxito si la lleva adelante.
Está absolutamente convencido (de forma virtual) de su viabilidad y se decide a iniciar los trámites para ponerla en marcha.
Con algunas dificultades, consigue la financiación necesaria, crea una microempresa y fabrica “el producto” que en su opinión es excepcional, diferente, con un gran valor añadido y comienza a realizar los primeros test de ventas. Los primeros resultados no son claros. Es difícil convencer al comprador. Dicen que es caro. A algunos les gusta mucho y a otros no les gusta, etc.
El  Sr. X tiene muy claras las posibilidades de su producto y unas malas experiencias no van a minar su convicción. Insiste. Invierte dentro de sus posibilidades en marketing y publicidad para darlo a conocer. Piensa que lo necesario es captar como cliente a una gran empresa y esa lo dará a conocer. Da a probar el producto, etc.
El tiempo va pasando y los resultados no son los deseados, pero el Sr. X sigue convencido de que el producto es perfecto y hay que perseverar.
El problema surge cuando las entidades financieras no comparten esa idea.
¿Qué le está pasando al Sr. X? ¿Por qué su producto no funciona?
Puede haber muchas razones, pero seguramente la primera es que no esta recogiendo el feedback de sus clientes, no esta captando el mensaje de que el mercado no quiere o no tiene necesidad de su producto por las razones que sean, aunque sea excepcional.
Es muy difícil, cuando has parido algo que consideras muy bueno y has puesto todo tu empeño en sacarlo adelante, reconocer a tiempo que los mercados no aceptan casi nunca lo que uno quiere. Quizás el resultado hubiera sido otro si el Sr. X hubiese intentado adaptar su producto a lo que el mercado demanda o, al menos, acercarse a ello.
Creo que es básico para cualquier emprendedor o empresario, tener la mente abierta y la flexibilidad necesaria para adaptarse a los cambios que nuestros clientes piden, aunque eso implique modificar lo que consideramos inamovible.
Nadar contra corriente no suele dar buenos resultados





sábado, 25 de julio de 2015

EL ADN DE UN EMPRENDEDOR ( II )


            En el capítulo anterior mencioné, de forma genérica, algunas de las  dificultades más habituales que nos encontraremos en el desarrollo de la idea hasta convertirla en realidad tangible. Omití, ex profeso, las fases emocionales por las que suele pasar cualquier proyecto y que son consecuencia de los sucesivos estados de ánimo del o los emprendedores durante el desarrollo (entusiasmo, desánimo, pánico, cansancio físico y emocional, etc.). Todas ellas serán más o menos cortas o largas, en función de cómo seamos y de la inteligencia emocional que apliquemos, pero si el proyecto está bien definido y estructurado, será nuestra guía, nuestro GPS  para avanzar por el camino que entendemos como correcto.
            El emprendedor tiene claro el objetivo que persigue y ha de ser el líder natural del proyecto y sobre el que recae la responsabilidad de llevar la nave por la ruta más conveniente. En caso de que varios emprendedor@s participen en el mismo proyecto, ha de haber un líder consensuado y aceptado por todos, en un barco no puede haber varios capitanes.
            En muchas ocasiones el emprendedor actúa como visionario, en el buen sentido de la palabra. Es capaz de ver posibilidades de negocio que a otros pasan desapercibidas y, por desgracia, en muchas ocasiones también se queda en eso, en posibilidad.
            La imagen que acompañaba al capítulo anterior es bastante gráfica de lo que representa iniciar una andadura de este tipo. Nos encontramos solos, con una inmensa escalera delante, que debemos ascender sin saber a donde nos llevará y sin pasamanos que nos sirvan de apoyo en la ascensión. La sensación de miedo es inevitable. Un entrono gris y oscuro que nos lleva a lo desconocido. Asusta y mucho, por eso hay que ser de una pasta especial para hacerlo.
            La imagen de hoy sigue siendo una escalera. El ascenso por cada peldaño no lo podemos evitar si queremos llegar a la parte alta. Pero en esta, el entorno no es gris sino todo lo contrario, hay luz, color y es más difícil caerse.

La cuestión no es si tienes aptitudes para ascender, sino de cual es tu actitud en el ascenso.

Y el primer peldaño, aun teniendo el entusiasmo y la frescura de empezar algo nuevo y  apasionante que hemos parido nosotros mismos, es el que mas nos cuesta subir.

Los siguientes…. son mucho más fáciles, no lo dudes y empieza 

EL ADN DE UN EMPRENDEDOR ( I )

                                                                        Fotografía de Sarolta Ban

Cuando tenía 16 años, mi familia tuvo la posibilidad de adquirir el negocio en el que mi padre había trabajado toda su vida. Los accionistas se desprendían de la empresa y se la ofrecieron.
Se habló de ello en casa y recuerdo que mi hermana y yo le animamos a hacerlo, ya se sabe que la ignorancia es muy atrevida. Al final la oferta se rechazó por el montante económico que suponía aceptarla.
Entonces no lo comprendí. Tardé años en darme cuenta de que mi padre, dicho desde el mayor de los respetos, no tenía ADN emprendedor, a pesar de ser un excelente gestor.
El auténtico emprendedor tiene un código genético que le hace diferente, en muchos aspectos, al resto de las personas. Y puntualizo lo de auténtico no por polemizar, sino por que las circunstancias de la vida, en ocasiones, hacen que personas que nunca se lo habían planteado adopten este rol.
Si una idea bulle en tu mente y empiezas a planificar la forma de convertirla en proyecto y el proyecto en realidad, eres un potencial emprendedor.
Si trabajas tu idea hasta la saciedad, le das las vueltas necesarias, buscas los pros y los contras, visualizas su ejecución y la planificas, estudias el mercado para calcular la aceptación que puede tener, si preparas un plan de negocio donde veas la financiación que vas a necesitar, los costes y beneficios que puedes obtener  y eres capaz de conseguirla, ya eres un emprendedor.
Tendrás que ser inasequible al desaliento, saber levantarte en cada ocasión que un tropiezo te haga caer, sortear y resolver las muchas dificultades que  encontrarás cada día, ser líder de tu equipo, aunque el equipo seas tu mismo   y sobre todo, creer a pies juntillas en lo que haces.
Nunca olvides que gestionar y hacer rentable tu empresa no va a ser más fácil por el hecho de tener un tamaño pequeño, pero tampoco más difícil que si fuese grande. 
No pretendas ser maestro en todo lo que haces. Si lo eres ¡Enhorabuena!, pero no será lo habitual y querer conseguirlo te restará fuerzas para cumplir tu objetivo. Reza el dicho “aprendiz de todo, maestro de nada”. Pide ayuda o asesoramiento cuando lo necesites, la vas a encontrar y no necesariamente con un coste económico.

Si te sientes identificad@ con las generalidades citadas, eres o vas a ser un emprendedor. 

domingo, 5 de julio de 2015

SOBRE MI

Nací un 30 de septiembre del año 1956 en una familia de clase media, en un barrio de Zaragoza y en un entorno rural.  Cuando tuve edad para ello, asistí a la escuela local, donde empecé a entrar en el mundo de la disciplina y el conocimiento.  Hice mis estudios de Bachiller en el Colegio del Sagrado Corazón y al finalizarlos inicié la carrera universitaria de Veterinaria. En realidad creí tener vocación de biólogo pero la imposibilidad de cursar esos estudios en mi ciudad hizo que me decantase por Veterinaria. Años mas tarde y sin haber finalizado la misma empecé a trabajar en serio, por que trabajar ya hacía tiempo que lo hacía durante las vacaciones. Siempre agradeceré a mis padres que me enseñasen a conseguir las cosas con mi propio esfuerzo y no como un regalo divino. De forma anecdótica y temporal, trabajé de albañil, en una fundición, en un bingo, y en la empresa en que me inicié profesionalmente.
Toda mi trayectoria discurre entorno al sector agroalimentario. La Inicié en el comienzo de los 80, siguiendo lo que casi era una tradición familiar, pues tanto mi padre como mi abuelo trabajaron en la misma empresa, aunque esta fue evolucionando en su actividad y cambiando de accionistas. Lo que conocí durante mi niñez como una industria conservera derivó en una industria de congelado de vegetales (Frío Alimentos D’Arago) y es allí  donde comienzo a trabajar en algo  que conocía, por haberlo “mamado” desde niño. Después de once años como Jefe de Producción  y por avatares económicos, la empresa cierra sus puertas y cambio de sector empezando nueva andadura en el sector cárnico, en la industria Cárnicas Gállego, donde pude aportar gran parte de lo aprendido, a pesar de la disparidad entre ambos subsectores, durante dieciocho años, ejerciendo entre otras funciones, la de gerente de la misma.
Siempre he sido un convencido del valor añadido que da a un alimento trabajarlo con la mayor y mejor calidad posible. Puede que ese valor añadido no sea suficiente para la subsistencia de una empresa, pero estoy seguro que es necesario tenerlo. La diferenciación positiva en la calidad de todo lo que hacemos es una apuesta de futuro y debería de ser una filosofía de empresa que implique a todos los departamentos de la misma, independientemente de su tamaño.
En base a esta filosofía me impliqué en la marca de alimentos de calidad “C”  siendo presidente de la asociación que la representaba. Y por la misma razón, acepté ser presidente de la Asociación de Industrias de Alimentación de Aragón, por que, en mi opinión, representar a este sector, que es el segundo en importancia económica en Aragón, es una de las formas de ayudar a que las empresas que lo constituyen   puedan seguir adelante. Durante esta etapa se constituyó la Agencia de seguridad Alimentaria de Aragón y tuve el honor de ser su vicepresidente, dada la importancia que tiene para nuestras empresas ese tema. Siguieron otros cargos y actos que no cito por no aburrir, pero que me permitieron lograr lo que considero más importante de toda esta andadura, conocer a personas que merecen la pena. Eso si que es un regalo con valor añadido.
Durante todos estos años y a la velocidad que ha evolucionado este sector he considerado fundamental la formación y actualización de conocimientos, por eso realicé muchos cursos que me permitieron no perder el hilo y quedarme obsoleto.
La temática de algunos de estos cursos fue variada: Seguridad e higiene en el Trabajo, Gestión de la Producción, Control de Calidad en Análisis Medioambiental y Agroalimentario, Gestión de la Calidad en la Industria Agroalimentaria, Residuos de Envases y Embalajes, Sistema de ARCPC, Etiquetado de Productos Alimenticios, Certificación según Normas ISO 9000, Finanzas para directivos no financieros, Alto rendimiento para la Dirección Comercial, etc.
Al margen de todo esto, estuve durante cuatro años escribiendo una columna de opinión sobre nuestro sector, en el suplemento de economía de El Periódico de Aragón
Durante estos años, he impartido charlas y conferencias, siempre sobre el sector agroalimentario
En la actualidad, desarrollo  mi actividad profesional  como director comercial en dos empresas de dos sectores que eran desconocidos para mi, las conservas de frutas (Conservas Calanda) y el aceite de oliva (Aceites Ismael y Magallón). 
Sin ninguna pretensión, este puede ser un buen momento para aporta mi grano de arena a través de este medio, informando, opinando u orientando, a los emprendedores que se quieren iniciar en este  apasionante y complejo sector.


EL CONSUMIDOR

Hay distintas definiciones para este adjetivo, pero todas vienen a decir lo mismo. La mas simple podría ser: “Dícese de la persona que consume”
Oscuro objeto del deseo. El “Jefe”, según la primera cadena de supermercados de España.
Aunque no nos demos cuenta, gran parte del trabajo que se realiza entorno a los bienes de consumo se hace pensando en él, desde su creación hasta su salida al mercado. Por eso los llamamos así.
Los alimentos no son una excepción, todo lo contrario.  Comer es una necesidad vital. En consecuencia, todos nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, los compramos para sobrevivir. Por eso es importante ser exquisitamente cuidadoso con  nuestro cliente.
Desde hace muchos años, se definió la forma de proteger las peculiaridades y características de algunos alimentos, en función de su calidad. Normalmente ligados a zonas geográficas concretas en cada país comunitario. Como consecuencia de esa necesidad, nacieron las D.O.P. (Denominación de Origen Protegida), I.G.P. (Indicación Geográfica Protegida) y E.T.G. (Especialidad Tradicional Garantizada).
Todos hemos oído hablar de ellas y, seguramente, habremos comido o bebido en mas de una ocasión alimentos que las integran. Cada una de ellas tiene una normativa que la ampara y que todos sus integrantes deben cumplir. Eso garantiza, a priori, que la calidad de esos productos esta asegurada y les da un valor añadido que, normalmente, se acaba reflejando en el precio final.    
Recientemente he leído declaraciones en prensa del Presidente de la DOP “Melocotón de Calanda”  en las que se anuncia la creación de una marca común que podrán utilizar todos los integrantes de la denominación para comercializar la fruta que no ha pasado el último control que le daría el sello de calidad diferenciada como consecuencia de presentar algún defecto.
Inicialmente parece que su destino va a ser el mercado de exportación.
No deseo molestar a nadie, pero se me ocurren varias razones por las que no parece muy ético. Sin cuestionar su calidad, (estoy convencido de que sus características hacen que sea el mejor melocotón de nuestro país) si el producto no ha pasado los controles, pasa a ser un producto estándar.  Si es un producto estándar, aunque su calidad sea muy alta, y esta bajo el amparo de la DOP ¿Cómo se va a comercializar? ¿Cómo un “casi DOP”? La norma no contempla las medias tintas. Y si es una marca comercial mas ¿por qué no introducirla en  el mercado nacional?.
Hay muchas lagunas todavía en esta gesta y a lo mejor, nada de lo dicho acaba siendo así, pero si lo fuera, se parece bastante a una ceremonia de confusión hacia el consumidor.